Cada vez con mayor frecuencia vemos vehículos 4×4 en nuestras calles y carreteras. El todoterreno ha pasado de ser un vehículo para el trabajo profesional en el campo, a un vehículo de uso diario, encumbrado por la publicidad, que lo asocia a valores como la liberación, el estatus, lo salvaje, la superioridad, el poder, la seguridad… Aunque atenuado por una coyuntura económica desfavorable, el incremento de la cuota de mercado en los últimos años ha sido innegable, en perfecta armonía con una clara tendencia general de aumento en la fabricación de coches cada vez más grandes. Coches más grandes y potentes, que significan mayores emisiones de CO2 y más cambio climático.
Tampoco se debe desdeñar el impacto directo de los vehículos 4×4 en el medio natural, suponiendo un fuerte incremento de la presión sobre entornos que habían sido poco accesibles.
A menudo vendidos bajo el reclamo de la más que cuestionable seguridad para sus ocupantes, lo que no se dice de estos vehículos es que socialmente representan una mayor amenaza para los conductores de otros vehículos, así como para los peatones.
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